El siguiente artículo
es el primero de cuatro que serán publicados por el Frente Revolucionario
Comunista basados en el libro de Arturo Cano (fue fundador y director del
suplemento político del diario La Jornada, actualmente es cronista y reportero
de asuntos especiales de La Jornada) que lleva por título el mismo nombre: “Cananea
Cuando vino el Grupo México, “Haga de cuenta que llegó el demonio”.
La muerte de 63 mineros
que hasta hoy permanecen sepultados en Pasta de Conchos, Coahuila(sólo dos
fueron rescatados), la brutal represión y desalojo de familiares y mineros
en Las truchas, Michoacán, Cananea, Sonora; Taxco, Guerrero, Sobrerete,
Zacatecas y Pasta de Conchos, Coahuila, así como el asesinato de decenas de
mineros en estas violentas embestidas por parte de las fuerzas represivas del
Estado mexicano burgués, las constantes violaciones al contrato colectivo de
trabajo, la falta total de condiciones mínimas de seguridad, así como la
explotación imperante que sufre el trabajador, que, día a día ve su trabajo más
precario, su vida y dignidad aún más sometidas y cosificadas, y no menos
ultrajadas sus esperanzas de un futuro seguro o por lo menos estable. Estas
como muchas vejaciones, abusos, violaciones y crímenes más, son cometidos hoy y
desde hace ya bastantes años, por el consorcio empresarial del cual es dueño el
segundo hombre más rico del país German Larrea, el cual ha sido protegido con
toda la fuerza bruta, legalidad burguesa, recursos y medios de los que dispone
el Estado mexicano.
Son estos nombres
principalmente como los de German Larrea como los de Javier Lozano, Fernando
Gómez Mont, Javier Villareal, Felipe Calderon, y otros más que aparecerán en
este compilado, a quienes debemos dirigir nuestras miras como trabajadores, al
sistema capitalista que sustenta esta clase y personas tan despreciables como
ellos, son ellos la clase dominante burguesa y sus agentes más destacados la
aristocracia obrera, y los gobernantes serviles que representan el Estado que
los protege (con nombre y apellido), contra quienes debemos ejercer una lucha
sin tregua ni cuartel, son ellos los verdaderos delincuentes, criminales y
asesinos, son ellos quienes usufructúan y despojan al trabajador los frutos de
su trabajo, son ellos quienes confrontan a los explotados entre sí, obreros
sindicalizados contra trabajadores del outsoursing, y son ellos los verdaderos
responsables de la situación en extremo decadente y lacerante que vive la
mayoría de los trabajadores mexicanos junto con sus familias, así como en otras
partes del mundo (Asarco en Arizona es una mina en manos también de Grupo
México).
Es momento de comprender
como trabajadores y como pueblo que no valen nada las promesas vacías, las dadivas,
ni los “apoyos y bonos especiales” frente a la posibilidad de un futuro
diferente, que es indigno y vergonzante vivir bajo esta explotación que nos
deshumaniza y que hace nuestra vida miserable, pero sobre todo es momento de
comprender que la posibilidad de cambiar de manera radical los cimientos de
esta sociedad vieja y moribunda, son hoy una necesidad imprescindible de
nuestro pueblo y de la humanidad.
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Imagen de Frente Oriente: Las manos de los obreros no están hechas para pedir limosna. |
(I) ”EL ASALTO A CANANEA”.
7 de junio. Manny Armenta lo miró con sus propios
ojos: el desalojo de la mina de Cananea no fue pacífico, como dice la
Secretaria de Gobernación. “Yo fui de quienes propuso a la gente replegarse al
edificio del sindicato; había mujeres, niños, muchos jóvenes. Hasta ahí fue la
policía a echar gases lacrimógenos, y la gente se tuvo que salir por las
ventanas.”
En la funeraria cercana se suman otros testimonios.
El muerto se quedó sólo porque los deudos salieron con los ojos llorosos por
los gases de la Policía Federal (PF). Mineros, lugareños y periodistas atesoran
cual souvenirs los restos de la desigual batalla: casquillos de bala de
distintos calibres, cilindros de gas lacrimógeno, bolas de metal lanzadas por
quién sabe qué. En la calle que conduce a la entrada principal de la mina de
Cananea los rastros de la batalla son piedras son piedras sobre el pavimento y
dos vidrios rotos en una mueblería abandonada, cuya propiedad se atribuye
a familiares del gobernador panista Guillermo Padrés, oriundo de este
lugar.
Los testimonios de
trabajadores de la minera de Cananea coinciden con el de Manny. La toma de la
mina se hizo no por las puertas custodiadas por los mineros, sino por la parte
trasera de los gigantescos cerros mochos llenos de cobre.
Las fuerzas federales
contaron con apoyo estatal y municipal; aquí nadie se quejó de falta de
coordinación entre niveles de gobierno, como ocurre en la “lucha contra la delincuencia”.
Las tres fuerzas, pues, entraron por la puerta de atrás, por un rancho y un
basurero, para consumar el fin impuesto de una huelga (ya establecido en una
resolución de la Suprema Corte de Justicia de La nación, ilegal, como lo
denunciaron los trabajadores mineros) que ha costado mil 500 millones de
dólares o el doble a los dueños de la minera, dependiendo del informe que se dé
por bueno de los emitidos por el consorcio de German Larrea, el Grupo México.
Las pérdidas del
también dueño de Pasta de Conchos son significativas, pero poco le dicen a los
miles canaenenses, que dependen directa o indirectamente de la mina y que han
padecido el cierre. O sí, porque tan larga como la huelga es la campaña negra
contra los trabajadores de la sección 65 del sindicato minero. Largas son las
dadivas para dividir a los mineros y a los lugares (de las cual ha sido
participe igualmente su secretario general exiliado en Canadá), con el
resultado de una ciudad partida que este día escucha en taquerías y cafés, en
los autos y todas las casas, el “luminoso” futuro que promete el gobernador, el
secretario del trabajo, Javier Lozano, y el director ejecutivo del Grupo México.
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Cananea Estado de sitio. |
Para no ir más lejos,
la región le debe a la larga huelga, que el Gobierno Federal prometa, desde
Hermosillo, cumplir el viejo sueño de carretera de cuatros carriles entre esta
ciudad, Imuris y Agua Prieta. La enorme lista de promesas hace tocar el cielo
de los canaenenses, incluyendo a los mineros a quienes les ofrecen liquidación
y recontratación, que inmediatamente es rechazada, por eso los mineros
advierten, “Queremos trabajar conforme al contrato colectivo”.
“¿Ya ven? La clase
obrera sí va al paraíso, siempre y cuando abandone la huelga y la lucha.”
La mentira de la “toma
pacífica” es no menos que burda, falsa y tendenciosa. Como lo es que las
autoridades digan que los agentes no portaban armas de fuego, aunque hay
fotografías y cientos de testimonios que muestran lo contrario. En cambio hechos
no menos graves pero ocultados por los medios de “comunicación” y los tres
niveles de gobierno, como lo es la detención de cinco mineros, entregados a la
custodia de autoridades municipales hasta el mediodía, 16 horas después de ser
aprendidos, sin cargos, “solo para investigación”, según le informan a Rene
Saracco, visitador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, parecen no tener
cabida dentro de la memoria de estos predicadores mesiánicos charlatanes y
mezquinos.
Como lo relata uno de
los familiares: “Es grave que lo hayan tenido incomunicados y que además nos
hayan negado tenerlos detenidos.” Tanto la Policía Federal como la policía
ministerial del Estado negaron tenerlos detenidos, hasta que una funcionaria
municipal permitio localizar a Luis Alberto Torres, Rodolfo Vazquez Serrano,
Luis Borbón Pérez, Maercelo Lara y Everardo Ochoa.
Los cinco mineros
detenidos refieren a los funcionarios de Derechos Humanos, además, que los
tuvieron varias horas en el cerro, hincados y amarrados con lazos.
Todo, durante el asalto
“pacífico y legal” del secretario Gomez Mont.
“El gobierno mexicano
miente”, dice el ciudadano norteamericano Manny Armenta, quien tiene dos cosas
en común con los trabajadores echados de la mina: También es minero y trabaja
para el mismo patrón, el mexicano German Larrea, dueño de Arsaco, empresa con
minas en Arizona.
La organización de
Armenta (United SteelWorkers, USW) ha tenido presencia permanente en Cananea y
esta mañana, apenas se confirman los datos del desalojo, Leo W. Gerard,
presidente de USW Internacional, declara: “El presidente de México, Felipe
Calderón, ha puesto en marcha un régimen de terror contra los trabajadores”.
La agrupación sindical
hace un llamado al congreso de los Estados Unidos para detener la entrega de
fondos a las fuerzas de seguridad mexicanas, puesto que pueden y son utilizadas
para atacar a los trabajadores que ejercen su libertad de asociación y
organización.
Van
a echar pedradas.
Dos helicópteros que
vuelan bajito dan la bienvenida a Cananea. Los cerros enormes, barquillos
invertidos rebanados por un cuchillo gigante, hacen que la ciudad parezca una
maqueta brillante. Las calles lucen más solitarias en tanto los visitantes se
acercan más a la mina. Al mediodía los comercios y ecuelas más cercanos están
cerrados. Pero conforme se acerca la tarde comienzan a abrir.
“Amonos, porque van a empezar a echar pedradas”, grita un niño y
echa a correr. Pero nada pasa. No a esta hora de la tarde. Los gases volaron de
madrugada, los tiros tronaron a la misma hora (“dos heridos leves”, dicen las
autoridades). Un “incendio no esclarecido” (es decir, que no se sabe qué bando
lo inició) acabó con una oficinas antiguas de la minera.
Más tarde las fuerzas
federales (dos mil policías contra 900 mineros en lucha) la emprendieron contra
el local de la sección 65 del sindicato minero, para desalentar, dicen los compañeros,
cualquier intento de reorganización o
retoma. Los policías lanzan gases contra la puerta donde cuelga una
manta enviada por los padres de los niños asesinados en el incendio de la
Guardería ABC, que dice: “Los agresores de los mineros, son los asesinos de
nuestros hijos”.
A eso de las 10 hay un agarrón,
mineros que resisten contra la embestida represiva de los policías. La
presencia de los agentes federales en las calles de la ciudad es vista como una
afrenta. Después de lanzar gases, pedradas y algunas detonaciones, los federales
se replegaron a la mina. “ que se queden allá, al fin que ya la tienen”, dice
un trabajador.
Ya la tienen, y con
ella Grupo México se enfila, con su filial Arsaco en Estados Unidos, a volver a
la competencia contra la principal explotadora y productora de cobre del mundo,
la chilena Codelco.
El sindicato minero
lanza un comunicado mañanero en el que hace responsable al gobierno de Felipe
Calderon de los resultados de violencia y sangre que se han presentado y que se
puedan presentar en adelante. También exige de manera terminante que este
gobierno dé marcha atrás en esta invasión militar e ilegal de la mina de
Cananea y que retire y cancele la concesión a Grupo México.
Pero más allá de esas
fórmulas no se ve muy claro como responderán los mineros al descontón. A media
tarde, el comité de huelga sostiene una videoconferencia con el comité nacional
del gremio. Abundan los reproches y las denuncias: Uno de los detenidos informa
que hay dos muertos adentro. “¿Y para cuando el paro nacional? ¡Desde que
empezamos están con eso y nada!”, les llueve a Sergio Beltrán, Gómez Urrutia y
otros dirigentes nacionales. Jesus Verduzco, presidente del comité de huelga,
nomás resopla con las informaciones de muertos, de ambulancias que salen con
algo envuelto en sábanas.
A falta de otra
estrategia, ocultos los principales líderes (Sergio Tolano, secretario general,
y Juan Gutiérrez, delegado del comité nacional) por los rumores de órdenes de
aprensión en su contra, unos centenares de trabajadores marchan al palacio
municipal, en busca de sus compañeros detenidos.
A los pocos minutos
llegan cien elementos antimotines, estatales y municipales, que amagan con sus
toletes. Hay insultos a granel y ratos tensos que se rompen cuando una
aguerrida mujer descubre que un policía porta el escudo al revés: “¡Pendejo, ni
sabes lo que haces, ni sabes leer!”. A la risotada sigue la información del
sitio donde tienen a los cinco detenidos.
Los trabajadores acuden
a la oficina del Ministerio Publico, done torpemente las autoridades llevan a
los detenidos, dado que es un punto muy cercano a la puerta principal de la minera.
Más tarde, en uno de
los muchos mítines vespertinos, hablan de dos detenidos más: “Les dieron agua hasta
que llegamos nosotros a verlos”.
Por ahí anda también el
fotógrafo local Alfredo Zambrano, detenido y golpeado por policías federales
porque, según su testimonio, les tomo fotografías trepados en una cuatrimoto y
una camioneta propiedad de los mineros.
El alcalde Reginaldo
Moreno la hace de pitoniso a toro pasado: “El desalojo era algo que se veía venir”.
Aunque añade que todo el municipio funciona normalmente, declara ley seca desde
las 10 de la mañana. A los mineros, sin embrago, se les ven muchas ganas de
mentar madres, pero no de tomarse unas cervezas.
El gobernador Padrés,
natural de esta tierra, había prometido que no se emplearía la fuerza, pero hoy
resume el verdadero ánimo de la autoridad: “Hemos sido muy prudentes y muy
tolerantes”.
Sin embrago además
nadie puede descartar el tino histórico. Justo hace 104 años, el 06 de junio de
1906, las actividades de la minera de Cananea regresaron a la normalidad, tras
la muerte de veintitrés mineros y la detención de los líderes de la huelga. El operativo federal de 2010 comenzó la
noche del 6 de Julio. ¿El homenajazo será parte de los festejos del centenario
de la revolución y la traición de Carranza?