miércoles, 26 de abril de 2017

CANANEA Cuando vino el Grupo México, “Haga de cuenta que llegó el demonio”


El siguiente artículo es el primero de cuatro que serán publicados por el Frente Revolucionario Comunista basados en el libro de Arturo Cano (fue fundador y director del suplemento político del diario La Jornada, actualmente es cronista y reportero de asuntos especiales de La Jornada) que lleva por título el mismo nombre: “Cananea Cuando vino el Grupo México, “Haga de cuenta que llegó el demonio”.

El objetivo de este compilado de cuatro artículos es el de conocer un poco más a fondo, de mano de relatos y testimonios de los mismos mineros canaenenses, así como de algunos periodistas que vivieron y relataron el auge de la represión en 2010 sobre los mineros de la Mina de Cananea hasta las argucias legaloides y sindicales especialmente, pero que nos dan también una perspectiva y entendimiento del alto nivel de concentración, disposición de combate y disciplina que existe entre los mineros a nivel nacional en especial los que se han organizado y peleado contra el consorcio burgués de German Larrea que comanda el Grupo México, la aristocracia obrera que cosifica y neutraliza su lucha como clase proletaria en favor de sus explotadores y en contra de la represión del Estado mexicano.

La muerte de 63 mineros que hasta hoy permanecen sepultados en Pasta de Conchos, Coahuila(sólo dos fueron rescatados), la brutal represión y desalojo de familiares y mineros en  Las truchas, Michoacán,  Cananea, Sonora; Taxco, Guerrero, Sobrerete, Zacatecas y Pasta de Conchos, Coahuila, así como el asesinato de decenas de mineros en estas violentas embestidas por parte de las fuerzas represivas del Estado mexicano burgués, las constantes violaciones al contrato colectivo de trabajo, la falta total de condiciones mínimas de seguridad, así como la explotación imperante que sufre el trabajador, que, día a día ve su trabajo más precario, su vida y dignidad aún más sometidas y cosificadas, y no menos ultrajadas sus esperanzas de un futuro seguro o por lo menos estable. Estas como muchas vejaciones, abusos, violaciones y crímenes más, son cometidos hoy y desde hace ya bastantes años, por el consorcio empresarial del cual es dueño el segundo hombre más rico del país German Larrea, el cual ha sido protegido con toda la fuerza bruta, legalidad burguesa, recursos y medios de los que dispone el Estado mexicano.

Son estos nombres principalmente como los de German Larrea como los de Javier Lozano, Fernando Gómez Mont, Javier Villareal, Felipe Calderon, y otros más que aparecerán en este compilado, a quienes debemos dirigir nuestras miras como trabajadores, al sistema capitalista que sustenta esta clase y personas tan despreciables como ellos, son ellos la clase dominante burguesa y sus agentes más destacados la aristocracia obrera, y los gobernantes serviles que representan el Estado que los protege (con nombre y apellido), contra quienes debemos ejercer una lucha sin tregua ni cuartel, son ellos los verdaderos delincuentes, criminales y asesinos, son ellos quienes usufructúan y despojan al trabajador los frutos de su trabajo, son ellos quienes confrontan a los explotados entre sí, obreros sindicalizados contra trabajadores del outsoursing, y son ellos los verdaderos responsables de la situación en extremo decadente y lacerante que vive la mayoría de los trabajadores mexicanos junto con sus familias, así como en otras partes del mundo (Asarco en Arizona es una mina en manos también de Grupo México).  

Es momento de comprender como trabajadores y como pueblo que no valen nada las promesas vacías, las dadivas, ni los “apoyos y bonos especiales” frente a la posibilidad de un futuro diferente, que es indigno y vergonzante vivir bajo esta explotación que nos deshumaniza y que hace nuestra vida miserable, pero sobre todo es momento de comprender que la posibilidad de cambiar de manera radical los cimientos de esta sociedad vieja y moribunda, son hoy una necesidad imprescindible de nuestro pueblo y de la humanidad.

Imagen de Frente Oriente: Las manos de los obreros no están hechas para pedir limosna.



(I)  ”EL ASALTO A CANANEA”.


7 de junio. Manny Armenta lo miró con sus propios ojos: el desalojo de la mina de Cananea no fue pacífico, como dice la Secretaria de Gobernación. “Yo fui de quienes propuso a la gente replegarse al edificio del sindicato; había mujeres, niños, muchos jóvenes. Hasta ahí fue la policía a echar gases lacrimógenos, y la gente se tuvo que salir por las ventanas.”
En la funeraria cercana se suman otros testimonios. El muerto se quedó sólo porque los deudos salieron con los ojos llorosos por los gases de la Policía Federal (PF). Mineros, lugareños y periodistas atesoran cual souvenirs los restos de la desigual batalla: casquillos de bala de distintos calibres, cilindros de gas lacrimógeno, bolas de metal lanzadas por quién sabe qué. En la calle que conduce a la entrada principal de la mina de Cananea los rastros de la batalla son piedras son piedras sobre el pavimento y dos vidrios rotos en una mueblería abandonada, cuya propiedad se atribuye a familiares del gobernador panista Guillermo Padrés, oriundo de este lugar.   

Los testimonios de trabajadores de la minera de Cananea coinciden con el de Manny. La toma de la mina se hizo no por las puertas custodiadas por los mineros, sino por la parte trasera de los gigantescos cerros mochos llenos de cobre.
Las fuerzas federales contaron con apoyo estatal y municipal; aquí nadie se quejó de falta de coordinación entre niveles de gobierno, como ocurre en la “lucha contra la delincuencia”. Las tres fuerzas, pues, entraron por la puerta de atrás, por un rancho y un basurero, para consumar el fin impuesto de una huelga (ya establecido en una resolución de la Suprema Corte de Justicia de La nación, ilegal, como lo denunciaron los trabajadores mineros) que ha costado mil 500 millones de dólares o el doble a los dueños de la minera, dependiendo del informe que se dé por bueno de los emitidos por el consorcio de German Larrea, el Grupo México.
Las pérdidas del también dueño de Pasta de Conchos son significativas, pero poco le dicen a los miles canaenenses, que dependen directa o indirectamente de la mina y que han padecido el cierre. O sí, porque tan larga como la huelga es la campaña negra contra los trabajadores de la sección 65 del sindicato minero. Largas son las dadivas para dividir a los mineros y a los lugares (de las cual ha sido participe igualmente su secretario general exiliado en Canadá), con el resultado de una ciudad partida que este día escucha en taquerías y cafés, en los autos y todas las casas, el “luminoso” futuro que promete el gobernador, el secretario del trabajo, Javier Lozano, y el director ejecutivo del Grupo México.
Cananea Estado de sitio.
Para no ir más lejos, la región le debe a la larga huelga, que el Gobierno Federal prometa, desde Hermosillo, cumplir el viejo sueño de carretera de cuatros carriles entre esta ciudad, Imuris y Agua Prieta. La enorme lista de promesas hace tocar el cielo de los canaenenses, incluyendo a los mineros a quienes les ofrecen liquidación y recontratación, que inmediatamente es rechazada, por eso los mineros advierten, “Queremos trabajar conforme al contrato colectivo”.
“¿Ya ven? La clase obrera sí va al paraíso, siempre y cuando abandone la huelga y la lucha.”
La mentira de la “toma pacífica” es no menos que burda, falsa y tendenciosa. Como lo es que las autoridades digan que los agentes no portaban armas de fuego, aunque hay fotografías y cientos de testimonios que muestran lo contrario. En cambio hechos no menos graves pero ocultados por los medios de “comunicación” y los tres niveles de gobierno, como lo es la detención de cinco mineros, entregados a la custodia de autoridades municipales hasta el mediodía, 16 horas después de ser aprendidos, sin cargos, “solo para investigación”, según le informan a Rene Saracco, visitador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, parecen no tener cabida dentro de la memoria de estos predicadores mesiánicos charlatanes y mezquinos.
Como lo relata uno de los familiares: “Es grave que lo hayan tenido incomunicados y que además nos hayan negado tenerlos detenidos.” Tanto la Policía Federal como la policía ministerial del Estado negaron tenerlos detenidos, hasta que una funcionaria municipal permitio localizar a Luis Alberto Torres, Rodolfo Vazquez Serrano, Luis Borbón Pérez, Maercelo Lara y Everardo Ochoa. 
Los cinco mineros detenidos refieren a los funcionarios de Derechos Humanos, además, que los tuvieron varias horas en el cerro, hincados y amarrados con lazos.
Todo, durante el asalto “pacífico y legal” del secretario Gomez Mont.

“El gobierno mexicano miente”, dice el ciudadano norteamericano Manny Armenta, quien tiene dos cosas en común con los trabajadores echados de la mina: También es minero y trabaja para el mismo patrón, el mexicano German Larrea, dueño de Arsaco, empresa con minas en Arizona.
La organización de Armenta (United SteelWorkers, USW) ha tenido presencia permanente en Cananea y esta mañana, apenas se confirman los datos del desalojo, Leo W. Gerard, presidente de USW Internacional, declara: “El presidente de México, Felipe Calderón, ha puesto en marcha un régimen de terror contra los trabajadores”.
La agrupación sindical hace un llamado al congreso de los Estados Unidos para detener la entrega de fondos a las fuerzas de seguridad mexicanas, puesto que pueden y son utilizadas para atacar a los trabajadores que ejercen su libertad de asociación y organización.


Van a echar pedradas.



Dos helicópteros que vuelan bajito dan la bienvenida a Cananea. Los cerros enormes, barquillos invertidos rebanados por un cuchillo gigante, hacen que la ciudad parezca una maqueta brillante. Las calles lucen más solitarias en tanto los visitantes se acercan más a la mina. Al mediodía los comercios y ecuelas más cercanos están cerrados. Pero conforme se acerca la tarde comienzan a abrir.

Amonos, porque van a empezar a echar pedradas”, grita un niño y echa a correr. Pero nada pasa. No a esta hora de la tarde. Los gases volaron de madrugada, los tiros tronaron a la misma hora (“dos heridos leves”, dicen las autoridades). Un “incendio no esclarecido” (es decir, que no se sabe qué bando lo inició) acabó con una oficinas antiguas de la minera.

Más tarde las fuerzas federales (dos mil policías contra 900 mineros en lucha) la emprendieron contra el local de la sección 65 del sindicato minero, para desalentar, dicen los compañeros, cualquier intento de reorganización o  retoma. Los policías lanzan gases contra la puerta donde cuelga una manta enviada por los padres de los niños asesinados en el incendio de la Guardería ABC, que dice: “Los agresores de los mineros, son los asesinos de nuestros hijos”.


A eso de las 10 hay un agarrón, mineros que resisten contra la embestida represiva de los policías. La presencia de los agentes federales en las calles de la ciudad es vista como una afrenta. Después de lanzar gases, pedradas y algunas detonaciones, los federales se replegaron a la mina. “ que se queden allá, al fin que ya la tienen”, dice un trabajador.

Ya la tienen, y con ella Grupo México se enfila, con su filial Arsaco en Estados Unidos, a volver a la competencia contra la principal explotadora y productora de cobre del mundo, la chilena Codelco.

El sindicato minero lanza un comunicado mañanero en el que hace responsable al gobierno de Felipe Calderon de los resultados de violencia y sangre que se han presentado y que se puedan presentar en adelante. También exige de manera terminante que este gobierno dé marcha atrás en esta invasión militar e ilegal de la mina de Cananea y que retire y cancele la concesión a Grupo México.

Pero más allá de esas fórmulas no se ve muy claro como responderán los mineros al descontón. A media tarde, el comité de huelga sostiene una videoconferencia con el comité nacional del gremio. Abundan los reproches y las denuncias: Uno de los detenidos informa que hay dos muertos adentro. “¿Y para cuando el paro nacional? ¡Desde que empezamos están con eso y nada!”, les llueve a Sergio Beltrán, Gómez Urrutia y otros dirigentes nacionales. Jesus Verduzco, presidente del comité de huelga, nomás resopla con las informaciones de muertos, de ambulancias que salen con algo envuelto en sábanas.

A falta de otra estrategia, ocultos los principales líderes (Sergio Tolano, secretario general, y Juan Gutiérrez, delegado del comité nacional) por los rumores de órdenes de aprensión en su contra, unos centenares de trabajadores marchan al palacio municipal, en busca de sus compañeros detenidos.

A los pocos minutos llegan cien elementos antimotines, estatales y municipales, que amagan con sus toletes. Hay insultos a granel y ratos tensos que se rompen cuando una aguerrida mujer descubre que un policía porta el escudo al revés: “¡Pendejo, ni sabes lo que haces, ni sabes leer!”. A la risotada sigue la información del sitio donde tienen a los cinco detenidos.

Los trabajadores acuden a la oficina del Ministerio Publico, done torpemente las autoridades llevan a los detenidos, dado que es un punto muy cercano a la puerta principal de la minera.

Más tarde, en uno de los muchos mítines vespertinos, hablan de dos detenidos más: “Les dieron agua hasta que llegamos nosotros a verlos”.

Por ahí anda también el fotógrafo local Alfredo Zambrano, detenido y golpeado por policías federales porque, según su testimonio, les tomo fotografías trepados en una cuatrimoto y una camioneta propiedad de los mineros.

FOTÓGRAFO DETENIDO EN CANANEA. "Alfredo Zambrano fue detenido y golpeado por haber tomado placas a policías federales que, dijo, montaban una cuatrimoto y un vehículo propiedad de los mineros" Foto Arturo Cano.

En la espera se desgranan los testimonios de la participación de un grupo de porros en el desalojo, del pueblo dividido que es Cananea, para corroborarlo un individuo que pasa en su auto grita: “¡Mitoteros!”).

El alcalde Reginaldo Moreno la hace de pitoniso a toro pasado: “El desalojo era algo que se veía venir”. Aunque añade que todo el municipio funciona normalmente, declara ley seca desde las 10 de la mañana. A los mineros, sin embrago, se les ven muchas ganas de mentar madres, pero no de tomarse unas cervezas.

El gobernador Padrés, natural de esta tierra, había prometido que no se emplearía la fuerza, pero hoy resume el verdadero ánimo de la autoridad: “Hemos sido muy prudentes y muy tolerantes”.

La huelga de cananea fue una huelga laboral contra la empresa "cananea consolidated copper company" Al comenzar el siglo xx, los propietarios de las zonas mineras era inversionistas extranjeros beneficiados por las políticas impulsadas por el régimen de Porfirio Diaz; por el contrario, los Obreros mexicanos que operaban las minas vivían en condiciones de explotación y pobreza con escasos derechos laborales.

Sin embrago además nadie puede descartar el tino histórico. Justo hace 104 años, el 06 de junio de 1906, las actividades de la minera de Cananea regresaron a la normalidad, tras la muerte de veintitrés mineros y la detención de los líderes de la huelga. El operativo federal de 2010 comenzó la noche del 6 de Julio. ¿El homenajazo será parte de los festejos del centenario de la revolución y la traición de Carranza?

miércoles, 19 de abril de 2017

EL PELIGRO DE LA FALSA DIVERSIDAD.


Qué tiempos serán los que vivimos,
que hay que defender lo obvio.
Bertolt Brecht.



Empieza a resultar tedioso, cuando no irrisorio, el repentino interés que intelectuales burgueses y comunicadores de la manipulación están mostrando hacia la alt-right, es decir, la ultraderecha de siempre maquillada por la adanista cortedad de este siglo. Cuando algunos hablábamos hace unos años del fascismo y democracia burguesa nos referíamos precisamente a un peligro claro y latente que se podía percibir sin haber estudiado un máster en ciencias políticas de 20.000 pesos, aquel en el que las viejas ideas reaccionarias volverían envueltas en los nuevos ropajes de la rebeldía, la identidad y lo mediático aprovechando el desconcierto de la crisis acentuado de la crisis sistemática del capitalismo.
Esta introducción sirve, además de, como propia reivindicación por el cansancio de que las medallas siempre se las cuelguen los mismos, para ver que tales análisis empiezan a resultar un deslumbramiento inculpatorio y vergonzante. La nueva ultraderecha se parece a la antigua en casi todo, no solo en programas y peligros, sino también en los métodos utilizados para llegar al poder. La mentira, la política reducida a lo mediático, el fingido interés por cuestiones sociales o la habilidad para apropiarse de manifestaciones culturales ajenas estaban presentes ya en el fascismo de los años 30, especialmente en el italiano, donde los camisas negras se ganaron las simpatías de la clase media, de bastantes intelectuales y artistas y de algunos obreros utilizando ideas pujantes en su época como el sindicalismo, las vanguardias o la radiodifusión. Quien crea que Hitler y Mussolini aparecieron prometiendo desatar una guerra que costaría 60 millones de muertos se equivoca profundamente.
Parece de gran interés explicar, más allá del clasicismo y el desconcierto de polluelo asustado que emplea el liberalismo progresista, que la pujanza de la ultraderecha actual tiene unas causas estrechamente relacionadas con la pérdida de valor de la democracia parlamentaria bajo la bota de la dominación imperialista en su tendencia monetarista y las enormes desigualdades que este proyecto ha provocado. Lo siguiente, el deslumbramiento inculpatorio, es otra etapa en la que se tiende a sobrevalorar cualquier estrategia del fascismo. Lo peor de estos análisis es que acaban siempre con la coletilla de: “Los comunistas no ha sabido estar a la altura”. Lo indigno es que la frase suele venir de gente que lleva abjurando, minusvalorando y atacando al comunismo desde hace varias décadas.
Parece claro que la socialdemocracia devenida en socioliberalismo ha abierto las puertas del desencanto a los ultra derechistas o por lo menos eso intentan aparentar. Lo que convendría empezar a pensar es cuál ha sido la responsabilidad en este desencanto de las teorías situadas entre el altermundismo, lo metafisico y lo posmoderno que surgieron en los noventa y que han marcado la agenda de la protesta en estos últimos 25 años. Este camino sobre círculos retórico (para definirlos) viene de una de las pocas cosas que les daban cuerpo común: el interés que ponían en distanciarse de manera tajante del concepto comunismo, socialismo o proletariado mucho más lejanamente del de revolución. Bien es cierto que tras la caída del muro y el arriado de navidad de la Coca-Cola Company en la Plaza Roja, era muy difícil no ya reivindicar el comunismo o el socialismo, sino declararse de tan sólo de izquierdas, unirse de una manera más o menos sentimental a todo aquello. Bien es cierto que la recomposición de un movimiento mundial de protesta a manos del imperio fue inusitadamente rápida y apenas ocho años después tuvo lugar la contracumbre en Seattle. Pero no menos cierto es que entre la necesidad, el temor, la mentira y la premura se olvidaron demasiadas cosas que habían sido útiles y se aceptaron otras muchas con la candidez del huérfano reciente.
Ya en el momento actual se observan con asiduidad extraños debates dentro de los movimientos de protesta que son descriptivos de los resultados de aquella apresurada recomposición: activistas feministas teorizando sobre el burka o la prostitución como empoderamiento para la mujer, activistas LGTB defendiendo los vientres de alquiler, activistas “animalistas” comparando una granja con los campos de concentración, activistas de lo precario interesándose por la economía colaborativa, activistas culturales reivindicando expresiones de vertedero ultrareaccionarias como populares, activistas de la salud oponiéndose a las vacunas o algunos descubrimientos científicos, o activistas ecologistas capaces de asumir la muerte por desnutrición antes que aceptar avances tecnológicos (alternos a los transgénicos) en los cultivos. Este gigantesco despropósito, para hablar claro de una vez por todas, no solo es trágico en sí mismo por el daño que hace a cada una de las reivindicaciones mostrándolas ante la sociedad como inasumibles, inentendibles, no solo es contraproducente por la enorme desorientación que provoca, es dramático especialmente en un contexto donde la ultraderecha presenta a los ciudadanos un programa centrado en cuestiones inmediatas y tangibles como el empleo, la seguridad o la lucha contra la corrupción y fácilmente admisibles desde el siempre conservador sentido común como el nacionalismo, lo tradicional o lo identitario (otra cuestión muy diferente es la verdadera agenda de los ultras).
¿Significa esto que todos los epígrafes anteriores son un error en sí mismos, que sus reivindicaciones no son justas, que sus objetivos no pueden ser compartidos por la mayoría? ¿Significa esto que todas estas expresiones de lucha son parcialidades que deben ser postergadas sine die (locución latina que significa ‘sin plazo, sin fecha’) ? En absoluto. Significa que todos los epígrafes anteriores han sido afectados por el posmodernismo y lo liberal, es decir por el pensamiento burgués antagónicamente distinto al del oprimido  hasta un punto donde algunas de sus reivindicaciones empiezan a ser contradictorias con sus objetivos iniciales, de una forma tan sutil que los propios activistas no son conscientes de la espiral autodestructiva en la que están inmersos. Por otro lado determinadas expresiones del feminismo, lo LGTB o el ecologismo no están mucho peor que la gastronomía, la literatura o la ciencia. La dolencia no es propia de unos colectivos, de una corriente científica o un pensamiento, la dolencia es un mal sistémico, estructural, consustancial a un sistema económico como el capitalismo, benéfico sólo para las minorías que detentan su poder.
Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Responder a cada uno de los ejemplos expuestos daría para un artículo por réplica, explicar el camino completo para un ensayo de 300 páginas o muchas más. Por el contrario, sí es posible, sintetizando y buscando los aspectos comunes, trazar un mapa con aspiraciones no solo punitivas sino, especialmente, como intento argumentativo que valga para restar miedos y dogmas a una “izquierda alienada” atravesada de punta a punta por el pensamiento burgués e inactivo frente al movimientismo inmediatista.
Para alguien que se topaba por primera vez en su vida con una protesta, tomar parte en una manifestación antiglobalización era desconcertante. José María Aznar, gracias a su provincianismo doloroso y a su miedo ignominioso ultrareaccionario, expresó una verdad involuntaria al definir una de estas marchas como: “Un lío con mucha gente”. Si bien se suponía que lo que congregaba allí a los manifestantes era específicamente el rechazo a alguna de las cumbres de un organismo financiero internacional y de forma más extensiva un difuso anticapitalismo, como se diera en el caso de las protestas que a partir de 2012 se iniciaron en México contra el gobierno y el fraude electoral, aquello acababa siendo una multitud donde importaba más exaltar la especificidad de cada cortejo que cualquier reivindicación común. Había un momento, de hecho, en que las mochilas no daban para guardar más pasquines, pnafletos de organizaciones y causas cercanas a la disgregación atómica. La antiglobalización daba sensación de una enorme diversidad, pero era en realidad escasamente representativa. La consecuencia, además de la poca operatividad, era paradójica, ya que no era raro acabar en una conferencia impartida por un activista de Torrelodones (municipio del noroeste de Madrid) o del 132, con un gran conocimiento sobre la deforestación del entorno de las comunidades mapuches, pero que desconocía por completo cuáles eran las condiciones laborales de las trabajadoras del servicio doméstico, de salud o industrial en su ciudad. Aquello del Internacionalismo Proletario pareció no querer entenderse nunca del todo o solo de una manera superficialmente cómoda equiparándola casi a un acto de lastima mezquina.
La anécdota, es sintomática de algo que ha quedado fijado en la cultura de la protesta dominada por el liberalismo burgués: la especialización del activista. Mientras que en el mundo del siglo XX existía la figura del militante (el cual, hoy, se logra mantener gracias al esfuerzo de personas y organizaciones revolucionarias), adscrito a una organización política o sindical, con aspiraciones de cambio general y ligada fuertemente a un territorio o una rama de lo laboral que compenetraba con una totalidad concreta, en el  siglo XXI la era de dominio de capitalismo imperialista existen activistas que dedican gran energía por un corto espacio de tiempo a temas sobre los que su labor tendrá un imperceptible o nulo impacto. Cuando los temas, por el contrario, resultan cercanos, su especificidad les lleva a perder por completo la visión general del conflicto. ¿Es por tanto todo esto un problema de actitud, de cortedad de miras, de falta de organización? Puede serlo en algunos casos. Pero sobre todo se trata de un problema ideológico, aquel que surgió cuando los filósofos franceses de cuello vuelto fueron adoptados con entusiasmo por las élites progresistas académicas norteamericanas, muy influyentes en el ámbito teórico y en los consensos en torno al tratamiento del conflicto, pero totalmente inanes en la resolución del mismo y la política inmediata.
Si hay cuatro factores que se repiten en el actual movimientismo son la falta de materialidad en los análisis, el relativismo cultural, la aceptación inconsciente de valores liberales, burgueses y capitalistas y la sobrevaloración del lenguaje y lo simbólico. Si hay uno que manda sobre todos estos, es la falta de crítica a las contradicciones e inconsistencias que se producen.
No es nada nuevo que existan debates en torno a la regulación de la prostitución, sí que exista una parte del feminismo que utilice el argumento derechista de la libertad individual dentro del mercado. Resulta llamativo por no decir indignante que publicaciones que dedican un gran espacio a deconstrucciones culturales para hacer visible el patriarcado no tengan entre centenares de artículos una entrevista a  Nadia Krupskaya o algunos de sus documentos. Que los activistas a favor de la emancipación de los indígenas y de comunidades originarias rechacen todo tipo de organización. O que el mansplaining o los volantes explicativos, un buen análisis sobre un fenómeno cierto, para acabar elevándose a teoría que desemboca en una actitud premoderna donde solo tal colectivo afectado por tal opresión puede expresarse respecto al mismo. Es notoriamente inverosímil pero constante en estos días, que para poder seguir una discusión sobre género haya que controlar un glosario de anglicismos inabarcables y tan cambiantes que ni los propios expertos en el asunto son capaces de normativizar. Es sintomático que exista un debate en torno a la precariedad laboral y se exprese sin rubor que la economía colaborativa, el último invento para transformar al trabajador en una unidad de producción sin derechos y atomizada, sea una oportunidad que da la tecnología y que no se diga nada sobre su raíz que descansa en la explotación salarial. Parece normal que exista polémica en torno a las formas de alimentación y su impacto en la salud y el entorno, no tanto que se tache de genocida a un señor que vende filetes. Parece sorprendente que en la discusión sobre los transgénicos se centre la cuestión en conspiraciones absurdas y no en su utilización como herramienta de control económico. Es doloroso que nadie parezca capaz de articular un discurso contra el integrismo idealista religioso desde el materialismo o que a nadie le interese tan importante necesidad.
Todos estos ejemplos, y las formas de análisis a las que los asociamos previamente, no son el problema en sí mismo, sino el resultado de algo que podríamos llamar la trampa de la diversidad. Asumir que existen conflictos paralelos al del capital-trabajo es lo mismo que asumir que esos conflictos son independientes y estancos los unos de los otros. Mientras que los movimientos revolucionarios del siglo XX y de la actualidad se esforzaron y esfuerzan por buscar lo que une a personas diferentes, el activismo del siglo XXI se esfuerza por buscar la diferencia de las unidades. Así, mientras que el concepto de clase es un intento de, basándose en un análisis de una situación material, buscar algo profundamente transversal que atraviesa nacionalidades, géneros y razas, el movimientismo actual parece empeñado en crear un sistema de análisis donde los individuos son poseedores de privilegios o receptores de opresiones que intercambian al margen de su posición en el sistema productivo. La cuestión no es negar, obviamente, que las personas tienen problemas específicos asociados al género, la raza o la orientación sexual, sino que esos problemas están estrechamente relacionados o bien con necesidades materiales y de producción del sistema económico o bien con la estructura ideológica que lo justifica. Así mismo, esas personas no se enfrentarán de la misma forma a esos problemas al margen de la clase social a la que pertenezcan.
Si el capitalismo sabe de algo es de apropiaciones, de triturar con su gigantesca maquinaria de sentidos comunes, ideas en apariencia radicales para devolverlas envasadas, funcionales a si mismo y desactivadas. Ya se tuvo un presidente negro en Estados Unidos bajo cuya administración los problemas raciales no mejoraron. El líder de la ultraderecha holandesa es homosexual, la líder de la francesa una mujer. Hace no mucho relució el caso de cómo en una empresa de economía colaborativa, donde la mayoría de sus trabajadores son falsos autónomos, habían instalado retretes unisex para luchar contra la discriminación de género. Hace poco leía un texto donde se explicaba cómo en una cadena de montaje de un país centroeuropeo, con una precariedad delictiva, había un comedor con productos respetuosos con las prohibiciones religiosas alimentarias. Algunas multinacionales se han mostrado solidarias con el refugees welcome (Refugiados Bienvenidos, campaña de acciones de caridad por algunas ONG’s para los refugiados en España y Europa).
Se diría que mientras que nos arrojan por la borda lo hacen siempre muy atentos a nuestras especificidades y creencias,a nuestro credo sobre nuestra singularidad burguesa, a "nuestro" derecho de propiedad y a nuestra excluyente diversidad.
Lo peor es que lo asumamos como una victoria de la actividad individual o sectorial y no como lo que es una batalla perdida en el campo de la ideología y la ciencia.

martes, 18 de abril de 2017

EL EJEMPLO DEL DIEN BIEN PHU


"Hamlet, si tú vivieras en Viet Nam no sostendrías en tus manos una calavera.  
A Nixon no le gusta este seso filosófico,
en sus designios de exterminación total no se contenta
con dejar sin destruir hasta los huesos de los dedos".

Che Lan Vien. Poeta vietnamita que lucho contra los Franceses en 1945.





La tierra recuperó su milenaria mansedumbre; la voz de los campesinos remplazó al estruendo de los cañones, y el arroz volvió a crecer por todas partes. Sin embargo, el valle de Dien Bien Phu ya no era el mismo, ya nunca más seria el mismo: su nombre comenzaba a ser ejemplo; un símbolo de la voluntad liberadora de un pueblo.

Han transcurrido 63 años desde la magnífica victoria del pueblo vietnamita en Dien Bien Phu. Más de seis largas décadas en las que se escribió gran parte de uno de los capítulos más importantes de la historia contemporánea: la descolonización de los pueblos oprimidos Dien Bien Phu es algo más que hermoso párrafo en ese capítulo; es, sobre todo, el párrafo que ilumina una época, que ofrece una lección, que confirma el camino.


En Dien Bien Phu no se libró una batalla “clásica”, sino la confrontación entre un poderoso ejercito invasor y el potencial movilizado de un pueblo. Fue un combate entre dos fuerzas muy distintas; entre dos concepciones antagónicas en su definición, su práctica y estrategia. Las tropas de élite del colonialismo francés, apoyadas por los sofisticados recursos logísticos de los Estados Unidos, son derrotadas por un ejército de campesinos y obreros dispuestos a liberarse del yugo extranjero.


Es obvio que Dien Bien Phu no fue el primer ejemplo de esa gran reserva de determinación revolucionariaque anida en el espíritu de los pueblos y es capaz de vencer a poderosos enemigos. Hay muchos otros ejemplos igualmente  valiosos en la historia del hombre. Pero Dien Bien Phu se produce en un momento muy particular, en el cual el desarrollo y poderío de las potencias capitalistas establecía su amenazadora superioridad tecnológica.
La gesta de Dien Bien Phu demostraría que la capacidad revolucionaria de un pueblo, correctamente orientada por una legitima dirección, es superior a la capacidad de fuego, al napalm, al agente naranja y demás desarrollos armamentísticos de los ejércitos opresores y sus Estados mayores.

Esta batalla es un prodigio del arte militar, de un ejército del pueblo contra el ejército de una potencia colonial dotado de todos los armamentos y recursos técnicos. En 55 dias de combate, las fuerzas vietnamitas superaron todas las defensas de la colosal fortaleza militar francesa edificada en Dien Bien Phu. Más no fue la derrota de un ejército solamente, fue la derrota la derrota del colonialismo y del capitalismo en Vietnam y el conjunto de Indochina. La guerra continuaría debido a la agresión imperialista de los Estados Unidos, pero también ese enemigo sería derrotado finalmente.

La batalla, que se extendió a lo largo de un par de meses, está narrada por el propio general Von Giap día por día en su libro La cita de la historia, del cual existe una versión al castellano de la editorial venezolana Monte Ávila, que también circula en Hanoi. Tiene el siguiente epígrafe: Dien Bien Phu es la cita que la historia consagra a las guerras de agresión de nuestro tiempo. La fortaleza militar de Dien Bien Phu, considerada inexpugnable, estaba ubicada en lo alto de una colina y rodeada por siete anillos de fortificaciones, que el ejército patriota fue tomando una por una. En la madrugada del día señalado, el general De Castries, que estaba al frente de las tropas colonialistas francesas, se encontró rodeado, mientras sus oficiales huían a la desbandada en helicóptero. Esa fue la tapa y portada de las revistas internacionales, como habría de serlo, años más tarde, la huida de los efectivos que protegían la embajada norteamericana en Saigón (hoy Ciudad Ho Chi Minh) en vísperas del 1º de Mayo de 1975, ante la irrupción del Ejército Liberador de Vietnam del Sur.

Es por eso que el 7 de mayo de 1954 se inscribe en la Historia con caracteres tan especiales. Muchos serían los pueblos que observaron y reconocieron en el ejemplo vietnamita la misma voluntad emancipadora, e iniciaron su propia guerra de liberación. En Argelia, también entonces colonia francesa, el movimiento revolucionario se lanzó a la lucha armada el primero de noviembre de ese mismo año, apenas seis meses después de la victoria de Dien Bien Phu.

Mucho se escribió sobre la batalla que ahora recordamos a 63 años de su aniversario. Estudios sobre recursos y tácticas empleadas; sobre aciertos y errores militares; sobre el adecuado uso de la artillería o el inadecuado emplazamiento de otras armas. Pero cuando el paso de los años haga obsoletas todas las enseñanzas militares, Dien Bien Phu seguirá siendo una lección política imperecedera.

¡POR CADA COMBATIENTE, POR CADA HERMANO VIETNAMITA Y POR CADA PUEBLO QUE LUCHA POR SU EMANCIPACIÓN Y CONTRA LA GUERRA IMPERIALISTA! 
¡MUERTE AL IMPERIALISMO INVASOR Y SUS GUERRAS DE RAPIÑA!

¡VIVA EL EJEMPLO DEL PUEBLO DE DIEN BIEN PHU!

¡POR LA EMANCIPACIÓN DE LOS EXPLOTADOS Y OPRIMIDOS!
¡POR LA REVOLUCIÓN ARMADA PROLETARIA-CAMPESINA-POPULAR!
¡FRENTE REVOLUCIONARIO COMUNISTA!

sábado, 15 de abril de 2017

LA GUERRA DE GUERRILLAS Y LAS ACCIONES ARMADAS NO DESORGANIZA AL MOVIMIENTO SINO SU DEBILIDAD EN MATERIA DE INSURRECCIÓN.


¿QUÉ ES LO QUE DESORGANIZA MÁS EL MOVIMIENTO OBRERO: LA LUCHA ORGANIZADA DE LOS GUERRILLEROS O BIEN LA FALTA DE RESISTENCIA?



Comencemos por el principio. ¿Cuáles son las exigencias fundamentales que todo marxista debe presentar para el análisis de la cuestión de las formas de lucha? En primer lugar, el marxismo se distingue de todas las formas primitivas del socialismo pues no liga el movimiento a una sola forma determinada de lucha. El marxismo admite las formas más diversas de lucha; además, no las "inventa", sino que generaliza, organiza y hace conscientes las formas de lucha de las clases revolucionarias que aparecen por sí mismas en el curso del movimiento. El marxismo, totalmente hostil a todas las fórmulas abstractas, a todas las recetas doctrinas, exige que se preste mucha atención a la lucha de masas en curso que, con el desarrollo del movimiento, el crecimiento de la conciencia de las masas y la agudización de las crisis económicas y políticas, engendra constantemente nuevos y cada vez más diversos métodos de defensa y ataque. Por esto, el marxismo no rechaza categóricamente ninguna forma de lucha El marxismo no se limita, en ningún caso, a las formas de lucha posibles y existentes sólo en un momento dado, admitiendo la aparición inevitable de formas de lucha nuevas, desconocidas de los militantes de un período dado, al cambiar la coyuntura social. El marxismo, en este sentido, aprende, si puede decirse así, de la práctica de las masas, lejos de pretender enseñar a las masas formas de lucha inventadas por "sistematizadores" de gabinete.

En segundo lugar, el marxismo exige que la cuestión de las formas de lucha sea enfocada históricamente. Plantear esta cuestión fuera de la situación histórica concreta significa no comprender el abecé del materialismo dialéctico. En los diversos momentos de la evolución económica, según las diferentes condiciones políticas, cultural-nacionales, costumbrales, etc., aparecen en primer plano distintas formas de lucha, y se convierten en las formas de lucha principales; y, en relación con esto, se modifican a su vez las formas de lucha secundarias, accesorias. Querer responder sí o no a propósito de un determinado procedimiento de lucha, sin examinar en detalle la situación concreta de un movimiento dado, la fase dada de su desenvolvimiento, significa abandonar completamente la posición del marxismo.

Establecidos los principios generales del marxismo, pasemos a la revolución rusa. Recordemos el desarrollo histórico de las formas de lucha que ha hecho aparecer. Primero, las huelgas económicas de los obreros (1896-1900), después, las manifestaciones políticas de obreros y estudiantes (1901-1902), las revueltas campesinas (1902), el principio de las huelgas políticas de masas combinadas de diversos modos con las manifestaciones (Rostov 1902, las huelgas del verano de 1903, el 9 de enero de 1905), la huelga política en toda Rusia con casos locales de combates de barricadas (octubre de 1905), la lucha masiva de barricadas y la insurrección armada (diciembre de 1905), la lucha parlamentaria pacífica (abril-junio de 1906), los alzamientos militares parciales (junio de 1905-julio de 1906), las sublevaciones parciales de campesinos (otoño de 1905-otoño de 1906). Tal es el estado de cosas en el otoño de 1906, desde el punto de vista de las formas de lucha en general. La forma de lucha con que la autocracia "contesta" es el pogromo de las centurias negras, comenzando por el de Kishiniov en la primavera de 1903, y terminando por el de Siedlce en el otoño de 1906. Durante todo este período la organización de pogromos por las centurias negras y las matanzas de judíos, estudiantes, revolucionarios, obreros conscientes han ido constantemente en aumento y se han ido perfeccionando, uniéndose la violencia de la chusma sobornada a la violencia de las tropas centurionegristas, llegando hasta utilizar la artillería en aldeas y ciudades, en combinación con expediciones punitivas, trenes de represión, etc.

Tal es el fondo esencial del cuadro. Sobre este fondo se dibuja el fenómeno a cuyo estudio y apreciación está consagrado el presente artículo. ¿En qué consiste este fenómeno? ¿Cuáles son sus formas? y ¿cuáles sus causas? ¿Cuándo surgió y hasta dónde se ha extendido? ¿Cuál su significación en la marcha general de la revolución? ¿Cuáles son sus relaciones con la lucha de la clase obrera? Estas son las cuestiones que debemos abordar ahora, después de haber bosquejado el fondo general del cuadro.

El fenómeno que nos interesa es la lucha armada. Sostienen esta lucha individuos aislados y pequeños grupos. Unos pertenecen a las organizaciones revolucionarias otros (la mayoría, en cierta parte de Rusia) no pertenecen a ninguna organización revolucionaria. La lucha armada persigue dos fines diferentes, que es preciso distinguir rigurosamente: en primer lugar, esta lucha se propone la ejecución de personas aisladas, de los jefes y subalternos de la policía y del ejército; en segundo lugar, la confiscación de fondos pertenecientes tanto al gobierno como a particulares. Parte de las sumas confiscadas va al partido, parte está consagrada especialmente al armamento y a la preparación de la insurrección, parte a la manutención de los que sostienen la lucha que caracterizamos. Las grandes expropiaciones (la del Cáucaso, de más de 200.000 rublos; la de Moscú, de 875.000 rubios) estaban destinadas precisamente a los partidos revolucionarios ante todo; las pequeñas expropiaciones sirven en primer lugar, e incluso a veces enteramente, al sostenimiento de los "expropiadores". Esta forma de lucha ha tomado un amplio desarrollo y extensión, indudablemente, tan sólo en 1906, es decir, después de la insurrección de diciembre. La agudización de la crisis política hasta llegar a la lucha armada y, sobre todo, la agravación de la miseria, del hambre y del paro en las aldeas y en las ciudades han desempeñado un importante papel entre las causas que han originado la lucha de que tratamos. El mundo de los vagabundos, el "lumpenproletario" y los grupos anarquistas han adoptado esta forma de lucha como la forma principal y hasta exclusiva de lucha social. Como forma de lucha empleada en "respuesta" por la autocracia, hay que considerar: el estado de guerra, la movilización de nuevas tropas, los pogromos de las centurias negras1 y los consejos de guerra.

El juicio habitual sobre la lucha que estamos describiendo, se reduce a lo siguiente: esto es anarquismo, blanquismo, pillaje, el antiguo terrorismo, actos de individuos aislados de las masas que desmoralizan a los obreros, que apartan de ellos a los amplios círculos de la población, desorganizan el movimiento y perjudican a la revolución. En los hechos comunicados todos los días por los periódicos se encuentran, sin dificultad, ejemplos para confirmar este juicio.

Pero ¿son convincentes estos ejemplos? Para comprobarlo tomemos el hogar en que esta forma de lucha está más desarrollada: la región de Letonia. He aquí en qué términos se lamenta Nóvoie Vremia2  (del 9 y del 12 de septiembre), de la actividad de los revolucionarios letones. El Partido Obrero Socialdemócrata Letón (sección del POSDR) publica regularmente 30.000 ejemplares de su periódico; en las columnas de anuncios de éste se publican listas de confidentes cuya supresión constituye un deber para cada hombre honrado; los que ayudan a la policía son declarados "enemigos de la revolución" y deben ser ejecutados, y, además, confiscados sus bienes; se llama a la población a no dar dinero para el Partido Socialdemócrata más que contra recibo sellado; en la última rendición de cuentas del Partido figuran, entre los 48.000 rublos de ingreso del año, 5.600 rublos de la sección de Libava para la compra de armas, procurados mediante expropiaciones. Como es natural, Nóvoie Vremia lanza rayos y centellas contra esta "legislación revolucionaria", contra este "gobierno de terror".

Nadie se atreverá a calificar de anarquismo, de blanquismo, de terrorismo, estas acciones de los revolucionarios letones. Pero, ¿por qué? Porque en este caso es evidente la relación de la nueva forma de lucha con la insurrección que estalló en diciembre y que madura de nuevo. En lo que concierne a toda Rusia, esta relación no es tan perceptible, pero existe. La extensión de la lucha de "guerrillas", precisamente después de diciembre, su relación con la agravación de la crisis no sólo económica, sino también política, son innegables. El viejo terrorismo ruso era obra del intelectual conspirador; ahora, la lucha de guerrillas la mantiene, por regla general, el obrero combatiente o simplemente el obrero sin trabajo. Blanquismo y anarquismo se les ocurren fácilmente a gentes que gustan de los clichés, pero en la atmósfera de insurrección, que de un modo tan evidente existe en la región de Letonia, es indudable que estas etiquetas aprendidas de memoria no tienen ningún valor.

El ejemplo de los letones demuestra perfectamente que el método, tan común entre nosotros, de analizar la guerra de guerrillas al margen de las condiciones de una insurrección, es incorrecto, anticientífico y antihistórico. Hay que tener en cuenta esta atmósfera insurreccional, reflexionar sobre las particularidades del período transitorio entre los grandes actos de la insurrección, comprender qué formas de lucha surgen necesariamente como consecuencia de ello y no salir del paso con un surtido de palabras aprendidas de memoria, que son empleadas lo mismo por los kadetes3 y por la gente de Nóvoie Vremia : ¡anarquismo, pillaje, rufianismo!

Las operaciones de guerrillas, se dice, desorganizan nuestro trabajo. Apliquemos este razonamiento a la situación creada después de diciembre de 1905, a la época de los pogromos de las centurias negras y de la ley marcial. ¿Qué es lo que desorganiza más el movimiento en dicha época: la falta de resistencia o bien la lucha organizada de los guerrilleros? Comparad la Rusia Central con sus confines del Oeste, con Polonia y la región de Letonia. La lucha de guerrillas ha adquirido indudablemente mucha más difusión y desarrollo en esos confines occidentales. Y es no menos innegable que el movimiento revolucionario en general y el movimiento socialdemócrata en particular, están más desorganizados en la Rusia Central que en las regiones del Oeste. Evidentemente, ni siquiera se nos ocurre la idea de deducir que si los movimientos comunistas polaco y letón están menos desorganizados es gracias a la guerra de guerrillas. No. La única conclusión que se desprende de ello es que no puede imputarse a la guerra de guerrillas el estado de desorganización del movimiento obrero comunista en la Rusia de 1906.

Se invocan frecuentemente las particularidades de las condiciones nacionales, lo cual revela manifiestamente la debilidad de la argumentación corriente. Si se trata de las condiciones nacionales, es que no se trata de anarquismo, de blanquismo, de terrorismo -- pecados comunes a toda Rusia e incluso específicamente rusos --, sino de algo diferente. ¡Analizad este algo diferente de un modo concreto, señores! Veréis entonces que la opresión o el antagonismo nacionales no explican nada, pues siempre han existido en los confines occidentales, mientras que la lucha de guerrillas ha sido engendrada solamente por el período histórico actual. Hay muchos sitios en que existen la opresión y los antagonismos nacionales, pero no la lucha de guerrillas, que se desarrolla a veces sin que se dé la opresión nacional. Un análisis concreto de la cuestión muestra que no es del yugo nacional de lo que se trata, sino de las condiciones de la insurrección. La lucha de guerrillas es una forma inevitable de lucha en un momento en que el movimiento de masas ha llegado ya realmente a la insurrección y en que se producen intervalos más o menos considerables entre "grandes batallas" de la guerra civil.

No son las acciones de guerrillas las que desorganizan el movimiento, sino la debilidad del Partido, que no sabe tomar en sus manos tales acciones. Por eso, entre nosotros, los rusos, los anatemas lanzados habitualmente contra las acciones de guerrillas, coinciden con acciones de guerrillas clandestinas, accidentales, no organizadas, que realmente desorganizan al Partido. Incapaces de comprender cuáles son las condiciones históricas que engendran esta lucha, somos igualmente incapaces de contrarrestar sus aspectos perjudiciales. La lucha no por eso deja de continuarse, pues la provocan potentes factores económicos y políticos. No tenemos fuerza para suprimir estos factores ni esta lucha. Nuestras quejas contra la lucha de guerrillas son quejas contra la debilidad de nuestro Partido en materia de insurrección.

Lo que hemos dicho de la desorganización se aplica también a la desmoralización. No es la guerra de guerrillas lo que desmoraliza, sino el carácter inorganizado, desordenado, sin partido de las acciones de guerrillas. De esta evidentísima desmoralización no nos salvaremos ni un ápice condenando o maldiciendo las acciones de guerrillas; pues estas condenaciones y maldiciones son absolutamente impotentes para detener un fenómeno provocado por causas económicas y políticas profundas. Se nos objetará que si somos incapaces de detener un fenómeno anormal y desmoralizador, esto no es razón para que el Partido adopte procedimientos de lucha anormales y desmoralizadores. Pero tal objeción sería puramente liberal-burguesa y no marxista, pues un marxista no puede considerar en general anormales y desmoralizadoras la guerra civil o la guerra de guerrillas, como una de sus formas. Un marxista se basa en la lucha de clases y no en la paz social. En ciertos períodos de crisis económicas y políticas agudas, la lucha de clases, al desenvolverse, se transforma en guerra civil abierta, es decir, en lucha armada entre dos partes del pueblo. En tales períodos, el marxista está obligado a tomar posición por la guerra civil, por la guerra revolucionaria contra el explotador. Toda condenación moral de ésta es completamente inadmisible desde el punto de vista del marxismo.

En una época de guerra civil, el ideal del Partido del proletariado es un partido de combate. Esto es absolutamente incontrovertible. Estamos completamente dispuestos a conceder que, desde el punto de vista de la guerra civil se puede demostrar, y se demuestra, la inconveniencia de unas u otras formas de guerra civil en uno u otro momento. Admitimos plenamente la crítica de las diversas formas de guerra civil desde el punto de vista de la conveniencia militar y estamos incondicionalmente de acuerdo en que, en esta cuestión, el voto decisivo corresponde a los militantes activos bolcheviques de cada localidad. Pero, en nombre de los principios del marxismo, exigimos absolutamente que nadie intente sustraerse al análisis de las condiciones de la guerra civil con frases triviales y rutinarias sobre el anarquismo, el blanquismo y el terrorismo; que no se haga de los procedimientos insensatos empleados en la guerra de guerrillas en un cierto momento por cierta organización del Partido Socialista Polaco, un espantajo en la cuestión de la participación de los comunistas en la guerra de guerrillas en general.

El argumento de que la guerra de guerrillas desorganiza el movimiento debe ser apreciado de manera crítica. Toda forma nueva de lucha, que trae aparejada consigo nuevos peligros y nuevos sacrificios, "desorganiza", indefectiblemente, las organizaciones no preparadas para esta nueva forma de lucha. Nuestros antiguos círculos de propagandistas se desorganizaron al recurrir a los métodos de agitación. Nuestros comités se desorganizaron al recurrir a las demostraciones. En toda guerra, cualquier operación lleva un cierto desorden a las filas de los combatientes. De esto no puede deducirse que no hay que combatir. De esto es preciso deducir que hay que aprender a combatir. Y nada más.

Cuando veo a socialdemócratas que declaran arrogante y presuntuosamente: nosotros no somos anarquistas, ni ladrones, ni bandidos; estamos por encima de todo eso, rechazamos la guerra de guerrillas, me pregunto: ¿comprenden esas gentes lo que dicen? En todo el país se libran encuentros armados y choques entre el gobierno centurionegrista y la población. Es un fenómeno absolutamente inevitable en la fase actual de desarrollo de la revolución. Espontáneamente, sin organización -- y, precisamente por eso, en formas a menudo poco afortunadas y malas --, la población reacciona también mediante colisiones y ataques armados. Estoy de acuerdo en que, a causa de la debilidad o de la falta de preparación de nuestra organización, podemos renunciar, en una localidad y en un momento dado, a colocar esta lucha espontánea bajo la dirección del Partido. Estoy de acuerdo en que esta cuestión debe ser resuelta por los militantes locales activos, en que no es cosa fácil reajustar el trabajo de organizaciones débiles y no preparadas. Pero cuando veo que un teórico o que un publicista de la socialdemocracia, no lamenta esta falta de preparación, sino que repite con orgullosa suficiencia y entusiasmo narcisista las frases aprendidas en su primera juventud sobre el anarquismo, el blanquismo y el terrorismo, me causa una gran pena el ver rebajar así la doctrina más revolucionaria del mundo.

Se dice que la guerra de guerrillas aproxima al proletariado consciente a la categoría de los vagabundos borrachines y degradados. Es cierto. Pero de esto sólo se desprende que el partido del proletariado no puede nunca considerar la guerra de guerrillas como el único, ni siquiera como el principal procedimiento de lucha; que este procedimiento debe estar subordinado a los otros, debe ser proporcionado a los procedimientos esenciales de lucha, ennoblecido por la influencia educadora y organizadora del socialismo. Sin esta última condición, todos, absolutamente todos los procedimientos de lucha, en la sociedad burguesa, aproximan al proletariado a las diversas capas no proletarias, situadas por encima o por debajo de él, y, abandonados al curso espontáneo de los acontecimientos, se desgastan, se pervierten, se prostituyen. Las huelgas, abandonadas al censo espontáneo de los acontecimientos, degeneran en “Alianzas”, en acuerdos entre obreros y patronos contra los consumidores. El parlamento degenera en un burdel, donde una banda de politicastros burgueses comercia al por mayor y al por menor con la "libertad popular", el "liberalismo", la "democracia", el republicanismo, el anticlericalismo, el socialismo y demás mercancías de fácil colocación. La prensa se transforma en alcahueta barata, en instrumento de corrupción de las masas, de adulación grosera de los bajos instintos de la muchedumbre, etc., etc. El comunismo no conoce procedimientos de lucha universales que separen al proletariado con una muralla china de las capas situadas un poco más arriba o un poco más abajo de él. El comunismo emplea, en diversas épocas, diversos procedimientos, rodeando siempre su aplicación de condiciones ideológicas y de organización rigurosamente determinadas*.

1 Las centurias negra, centenas negras o centurionegristas fueron un movimiento antisemita conservador ultrarreaccionario en la Rusia de comienzos del siglo XX que apoyaba el carácter autocrático del régimen zarista en oposición a los movimiento revolucionarios en especial el bolchevique. Los miembros de estas organizaciones venían de diferentes estratos sociales (terratenientes, clero, alta, y baja burguesía, comerciantes, artesanos, algunos trabajadores y los llamados desclasados) el régimen zarista y los países imperialistas proporcionaron apoyo moral y financiero a este movimiento. Los progomos eran campañas militares sangrientas y brutalmente crueles emprendidas con el fin de asesinar en masa y públicamente a los judíos de Rusia inicialmente así como de Ucrania y a las etnias y pueblos del Cáucaso posteriormente.

2 Nóvoie Vremia ("Tiempos Nuevos"): diario que se publicó en Petersburgo desde 1868 hasta 1917. Primero fue liberal moderado, y desde 1876, se trasformó en vocero de los círculos reaccionarios de la nobleza y la burocracia, luchó no solamente contra el movimiento revolucionario, sino también contra el de la burguesía liberal. A partir de 1905 se convirtió en órgano de los centurionegristas. Lenin lo llamaba "modelo de periódico venal". Después de la Revolución Democrático burguesa de Febrero apoyó sin reservas la política contrarrevolucionaria del gobierno provisional burgués y desató una furiosa campaña contra los bolcheviques. Fue clausurado el 8 de noviembre de 1917 por el Comité Militar Revolucionario adjunto al Soviet de Petrogrado.

3 Kadetes ("Los demócratas constitucionalistas"): principal partido burgués de Rusia; partido de la burguesía monárquica liberal, se constituyó en octubre de 1905. Su lider fue P. Miliukov. Encubriéndose con falsas apariencias de democratismo, se llamaron a sí mismo el partido de la "libertad del pueblo", se esforzaban por atraer a su lado a los campesinos. Aspiraban a conservar el zarismo como una monarquía constitucional. Más tarde, el partido constitucional demócrata se convirtió en un partido burgués del imperialismo. Después de la victoria de la Revolución Socialista de Octubre, los kadetes organizaron complots y sublevaciones contrarrevolucionarias para derrocar la República Soviética.

* Se acusa frecuentemente a los bolcheviques de asumir una actitud irreflexiva y parcial frente a las acciones de guerrillas. Por esto no será superfluo recordar que en el proyecto de resolución sobre las acciones de guerrillas (Nƒ 2 de Partinie Izvestia No.4 e informe de Lenin acerca del V Congreso) el sector bolchevique que es quien las defiende ha puesto las condiciones siguientes para su aprobación: no son toleradas en absoluto las "expropiaciones" de bienes privados; las "expropiaciones" de bienes del Estado; sólo son toleradas a condición de que se hagan bajo el control del Partido y de que los recursos sean destinados a las necesidades de la insurrección. Las acciones de guerrillas que revisten la forma de actos terroristas son recomendadas contra los opresores gubernamentales y los elementos activos de las "centurias negras", pero con las condiciones siguientes: 1) tener en cuenta el estado de ánimo de las grandes masas; 2) tomar en consideración las condiciones del movimiento obrero local; 3) preocuparse de no gastar inútilmente las fuerzas del proletariado.

V. I. Lenin

Fragmento de: LA GUERRA DE GUERRILLAS

Primera publicación: En Proletari, núm. 5, 30 de septiembre de 1906.

jueves, 13 de abril de 2017

EL AGNÓSTICO TANTO EN FILOSOFÍA COMO EN CIENCIA ES UN “MATERIALISTA VERGONZANTE”.


"Los "novísimos" machistas no han aducido contra los materialistas
ni un sólo argumento, literalmente ni uno sólo,
que no se pueda encontrar en el obispo Berkeley".

Lenin Materialismo y Empiriocriticismo.




Entre las dos principales concepciones que existen respecto al problema fundamental de la relación entre materia y pensamiento, entre el ser y el espíritu, (tendiendo el espíritu como la descripción de las cosas que no son materiales como el pensamiento y las ideas) que son: la materialista y la idealista, la concepción científica y la no científica de la realidad, existe una tercera filosofía que sirve de carburante al idealismo burgués y de todo tipo, como es común en un mundo dividido por contradicciones antagónicas generadas por el sistema capitalista impuesto.

1.   ¿Por qué una tercera filosofía?

Después de haber tenido algunas lecturas y pasado por algunos artículos sobre este tema, quizá pueda parecernos que, en definitiva, debe ser bastante fácil reconocernos en medio de todos estos razonamientos filosóficos, puesto que sólo dos grandes corrientes se distribuyen todas las teorías: el idealismo y el materialismo. Y que, además, los argumentos que convergen en favor del materialismo, llevan a la convicción de manera definitiva.

Diríase que después de determinado examen  hubiéramos hallado el camino que conduce a la filosofía de la razón: el materialismo.

Pero, sin embargo, las cosas no son tan simples. Pues tal como lo vemos hoy en día los idealistas modernos carecen de la franqueza del obispo Berkeley.1

Presentando sus ideas

“bajo una forma mucho más artificiosa y embrollada por el uso de una terminología “nueva”, destinada a presentarlas ante las gentes ingenuas ¡cómo una filosofía novísima!” “…sistema para vergüenza del espíritu humano, para vergüenza de la filosofía, es el más difícil de combatir, aunque el más absurdo de todos”. 2

Para contestar a la cuestión fundamental de la filosofía, hay dos respuestas totalmente opuestas, contrarias e irreconciliables. Estas dos respuestas que, por ser perfectamente claras, no permiten ninguna confusión.
Ya cerca de 1710, el problema se plateaba de este modo: por un lado, los que proclamaban la existencia de la materia fuera de nuestro pensamiento, eran los materialistas; por otro lado, con Berkeley, los que negaban la existencia de la materia y afirmaban que ésta sólo existía en nosotros, en nuestros espíritus, eran los idealistas.

Pero más tarde, con el progreso de las ciencias, otros filósofos surgieron tratando de mediar entre idealistas y materialistas, creando, por tanto, una corriente filosófica que introduce una confusión entre esas dos teorías y esta confusión tiene el origen de su fuente en la búsqueda de una tercera filosofía.
2.  Razonamiento de esta tercera filosofía.
La base fundamental de esta filosofía, que fue elaborada después de Berkeley, consiste en sustentar la afirmación de que es inútil tratar de conocer la naturaleza real de las cosas, en virtud de que nunca conoceremos nada que vaya más allá de las apariencias.
He aquí el porqué de que esta filosofía sea llamada Agnosticismo (del griego negación, y gnósticos, capaz de conocer; por tanto, “incapaz de conocer”, incognoscible). Según los agnósticos, no es posible saber si el mundo es, en realidad, espíritu o naturaleza. Claro que es posible conocer la apariencia de las cosas, pero, no obstante, no podemos conocer su realidad intrínseca.
Pongamos, pues, un ejemplo, el del sol. Ya hemos comprobado que no es tal como lo creían los primeros hombres, un disco plano y rojo. Ese disco era, pues, sólo una ilusión, una apariencia (la apariencia es la idea superficial que nos hacemos de las cosas, pero no es la realidad).
Por eso, teniendo en cuenta que los idealistas y los materialistas discuten para saber si los objetos son materia o espíritu, si las cosas existen o no fuera de nuestro pensamiento, si nos es posible o no conocerlas, los agnósticos sostienen que nosotros no podemos saber nada con certeza; únicamente la apariencia de las cosas, jamás su realidad, y su esencia.               
Nuestros Sentidos -dicen- nos facilitan ver, observar y sentir las cosas, conocer sus formas exteriores, sus apariencias; apariencias que existen, pues para nosotros; es lo que se llama, leguaje filosófico, “la cosa para nosotros”.
Pero, sin embargo, no podemos conocer la cosa independientemente de nosotros, con su realidad que le es propia; es decir lo que se llama “la cosa en sí”.
En efecto, los idealistas y los materialistas que discuten sin cesar, continuamente estos temas, pueden ser comparados con dos hombres, uno con anteojos azules, y el otro con anteojos rosados, que discurrieran por la nieve discutiendo de su color. Supongamos por un momento que nunca pudieran librarse de sus anteojos. ¿Podrían, no lográndoselos quitar, conocer algún día el verdadero color de la nieve…? No, absolutamente no. Pues bien; los idealistas y los materialistas que disputan para averiguar cuál de ellos tiene la razón, llevan anteojos azules y rosados, y, por tanto jamás conocerán la realidad. Tendrán conocimiento “para ellos” respecto de la nieve, cada uno la vera a su modo y manera, pero nunca conocerán la nieve “en sí misma”. Tal es el razonamiento de los agnósticos.     
3.   ¿De dónde procede esta filosofía?
Los filósofos que fundaron esta filosofía fueron Hume (1711-1776), que era inglés, y Kant (1724-1804), que era alemán. Los dos han querido conciliar el idealismo con el materialismo.
Veamos aquí un pasaje de los razonamientos de Hume referido por Lenin en su libro Materialismo y Empiriocriticismo:
“Se puede considerar evidente que los hombres son propensos, por instinto o predisposición natural, a fiarse de sus sentidos y que, sin ningún razonamiento, siempre suponemos la existencia de un mundo exterior (“external universe”), que no depende de nuestra percepción y que existirá aun cuando desapareciéramos y fuésemos destruidos nosotros y todos los demás seres dotados de sensibilidad.) Incluso los animales están guiados por una opinión de este género y conservan fe en los objetos exteriores en todos sus pensamientos, designios y acciones… Pero esta opinión universal y primaria de todos los hombres es rápidamente rebatida por la más superficial (‘slightest’) filosofía, que nos enseña que a nuestra mente no puede llegar nunca nada más que la imagen o la percepción y que los sentidos son tan sólo canales (´mlest’) por los que estas imágenes son transportadas, no siendo capaces de establecer ninguna relación directa (‘intercourse’) entre la mente y el objeto. La mesa que vemos parece más pequeña si nos alejamos de ella, pero la mesa real, que existe independientemente de nosotros, no cambia; por consiguiente, nuestra mente no ha percibido otra cosa que la imagen de la mesa. Tales son los dictados evidentes de la razón. (D. Hume. Investigaciones sobre el entendimiento humano.                           (Cap. XII. Pag. 21.)”

Ya hemos visto que Hume admite, en primer lugar, lo que está en el plano del sentido común: la “existencia de un universo exterior” que no depende de nosotros. Pero de inmediato, seguidamente, se niega a admitir tal existencia como realidad objetiva. Porque para él, esta existencia no es solamente una imagen, y nuestros sentidos que comprueban esta existencia, esta imagen, no son capaces de establecer una relación, sea cual fuere, entre el espíritu y el objeto.
 En otras palabras, vivimos en medio de una realidad enteramente subjetiva tal como en el cine, en cuya pantalla constatamos la imagen de los objetos, su existencia, pero detrás de los objetos mismos, o sea detrás de la pantalla, no hay absolutamente nada.
Ahora bien; si se desea saber de qué manera nuestro espíritu tiene conocimiento de los objetos, tal vez se deba:
“…bien a la energía de nuestra propia mente, bien a la sugestión de algún espíritu invisible y desconocido o bien a cualquier otra cosa aún más desconocida”.3
4.   Consecuencia de esta teoría.
He aquí una teoría seductora, aunque por otra parte, está muy difundida. Tanto, que volvemos a encontrarla con diferentes formas en el transcurso de la historia, entre las teorías filosóficas y, en nuestros días, también en todos lo que pretenden “permanecer neutrales y mantenerse en una reserva científica.”
Debemos investigar si esos razonamientos son justos y cuáles son las consecuencias que pueden derivarse de ellos.
Si nos es absolutamente imposible, como aseguran los agnósticos, conocer la verdadera naturaleza de las cosas y si nuestro conocimiento se circunscribe a sus apariencias, o en otro caso que nuestra perspectiva es la que determina su naturaleza, entonces no podemos afirmar la existencia de la realidad objetiva, ni podemos saber si las cosas existen por sí mismas. Si para nosotros, por ejemplo, el autobús, representa una realidad objetiva, el agnóstico, por el contrario, nos dice que de ello no está seguro. No se puede saber si ese autobús es un pensamiento, una realidad subjetiva o una realidad objetiva. Él no puede sostener, pues, que nuestro pensamiento es el reflejo de las cosas. Vemos que estamos en pleno razonamiento idealista, puesto que entre afirmar que las cosas no existen, que su existencia depende de nuestra observación o simplemente que no se puede saber si existen, la diferencia no es grande.
Ya hemos comprobado que el agnóstico diferencia las “cosas para nosotros y las cosas en sí”. Pero el estudio de las cosas para nosotros es posible, puesto que es la ciencia; pero el estudio de las cosas en sí es imposible dado que no podemos conocer lo que existe fuera de nosotros.
El resultado de este razonamiento viene a ser el siguiente: que el agnóstico admite la ciencia; cree en ella y quiere constituirla y –como no se puede hacer ciencia más que con la condición de expulsar de la naturaleza toda fuerza sobrenatural–, ante la ciencia se declara materialista.
Pero, sin embargo, se apresura de agregar que, como la ciencia sólo nos da apariencias, esto no quiere decir que no haya en la realidad nada más que la materia, o, inclusive, que exista la materia, o que Dios no exista. La razón humana no puede saberlo y no hay por tanto, que inmiscuirse en eso. Más si hay otros medios para conocer las “cosas en sí”, como la fe religiosa por ejemplo, el agnóstico no quiere saberlo tampoco y no se adjudica el derecho de discutirlo. De este modo, para la conducta de la vida y para la construcción de la ciencia, el agnóstico es, sin duda, un materialista, pero es un materialismo que no se atreve a afirmar su filosofía y que trata ante todo de no crearse dificultades ante los idealistas; es decir, de no entrar en lucha con las religiones y corrientes metafísicas místicas. En definitiva es un “materialista vergonzante”.4
La consecuencia de todo esto es que, poniendo en duda el valor profundo de la ciencia, no encontrando en ella más que ilusiones, esta tercera filosofía nos sugiere, por consiguiente, no otorgar ninguna veracidad a la ciencia y que es inútil todo esfuerzo por saber algo, por tratar de hacer avanzar el verdadero progreso.
Los agnósticos dicen: antiguamente los hombres contemplaban el Sol cual un disco plano y creían que era la realidad: se engañaban. Hoy día la ciencia nos indica que el Sol no es tal como lo vemos y hace lo posible por explicarlo todo. Sabemos, sin embargo, que la ciencia se engaña muy seguidamente, destruyendo un día lo que había construido la víspera. Así suele ser a menudo: error ayer, verdad hoy, y error mañana. Y así, dicen los agnósticos. No podemos saber, no estamos seguros de nada por medio de la razón. Y si otros medios, aparte de la razón, como la fe religiosa o las “respuestas místicas”, por ejemplo, pretenden darnos certidumbres absolutas, ni siquiera la ciencia puede impedirnos creer en ellas. De esta manera, es decir, disminuyendo la confianza en las ciencias, el agnosticismo va preparando el retorno de las religiones.
5.  Como debemos refutar y combatir este razonamiento.
Ya hemos constatado como para probar sus afirmaciones, los materialistas se aprovechan no sólo de la ciencia, sino también de la experiencia que facilita comprobar las ciencias. “Con el criterio de la experiencia” se pueden saber, se pueden conocer las cosas. Los agnósticos  nos afirman que es imposible constatar que el mundo exterior existe o no existe.
Ahora bien; por la práctica, sabemos que el mundo y las cosas existen. Sabemos también que las ideas que nos formamos respecto de las cosas son exactas; que las relaciones que hemos establecido entre las cosas y nosotros son reales.

“Desde el instante en que sometemos estos objetos a nuestro uso, de acuerdo con las cualidades que observamos en ellos, sometemos a una prueba infalible la autenticidad o la falsedad de nuestras percepciones sensibles. Mas si estas percepciones fueran falsas, nuestra apreciación del uso que se puede hacer de un objeto debería igualmente serlo, y nuestro ensayo debería fracasar. Pero si logramos alcanzar nuestro objetivo, si observamos que el objeto concuerda con la idea que teníamos de él y responde al destino que queríamos darle, esta es una prueba positiva de que nuestras percepciones del objeto y de sus cualidades están de acuerdo con una realidad exterior a nosotros mismos. Cada vez que experimentamos un fracaso, empleamos generalmente muy poco tiempo para conocer la razón que nos ha hecho fracasar; advertimos que la percepción sobre la cual nos habíamos apoyado para proceder era incompleta y superficial, o acoplada con los resultados de otras percepciones, de tal forma que no garantizaban lo que denominamos razonamiento verdadero. Mientras nos interesamos por guiar y utilizar acertadamente nuestros sentidos y de sostener nuestra acción en los límites indicados por las percepciones acertadamente utilizadas, nos damos cuenta de que el resultado de nuestra acción demuestra la conformidad de nuestras observaciones con la naturaleza de las cosas percibidas. Pues en ningún caso hemos llegado todavía a la conclusión de que nuestras percepciones científicamente demostradas, produzcan en nuestros espíritus ideas sobre el mundo exterior que estén, por su propia naturaleza, en desacuerdo con la realidad o que haya una incompatibilidad inherente entre el mundo y las percepciones sensibles que nosotros tenemos de él.”5
Volviendo al ejemplo de Engels, diremos: ”el budín se prueba comiéndolo” (proverbio inglés). Si no existiera, o si fuera sólo una idea, después de haberlo deglutido nuestra hambre no se habría satisfecho en absoluto. Así, pues, nos es perfectamente dable conocer las cosas, probar si nuestras ideas corresponden a la realidad. Y de igual manera nos es posible comprobar los antecedentes de la ciencia por la experiencia y la industria, que transforman en aplicaciones prácticas los resultados teóricos de las ciencias. Si podemos producir caucho sintético, es porque la ciencia conoce “la cosa en sí”, que es el caucho.
Finalmente vemos, luego, que no es ineficaz tratar de saber quien posee la razón, dado que, a pesar de los errores teóricos que la ciencia pueda cometer, la experiencia nos muestra cada vez más la prueba de que, sin lugar a dudas, es la ciencia la que tiene la razón.
6.  Conclusión.
A partir del siglo XVIII, y según los diversos pensadores cuyas ideas han asimilado en mayor o menor medida del agnosticismo, observamos que esta filosofía es atraída tanto por el idealismo, como por el materialismo. Cubierta con “nuevas palaras”, (tal es el caso de las tesis que afirman la subordinación de la materialidad a la percepción humana, es decir una supuesta, y triste “comprobación científica” de la filosofía del obispo Berkeley) como advierte Lenin, sirviéndose de la ciencias para apuntalar sus razonamientos, no hace más que crear la confusión entre las dos teorías, otorgando así que algunos puedan tener una filosofía cómoda que les posibilita para declarar que no son idealistas, porque se sirven de la ciencia, pero que tampoco son materialistas, porque no se atreven a sostener sus argumentos hasta el fin, porque no los estiman consecuentes.
“¿Qué es, pues, el agnosticismo, dice Engels, sino… un materialismo ‘vergonzante’? La concepción agnóstica de la naturaleza es totalmente materialista. El mundo natural está totalmente regido por leyes y excluye categóricamente toda intervención exterior. Pero –agrega–  no disponemos de ningún medio para afirmar o negar la existencia de cierto ser supremo que esté más allá del mundo conocido.”6
Esta filosofía hace juego al idealismo porque, inconsecuente con sus postulados y razonamientos, los agnósticos llegan de una manera penosa al idealismo. “Rascad al agnóstico –dice Lenin– y tendréis al idealista.”
Hemos demostrado que se puede saber quién tiene la razón: si el materialismo o el idealismo.
Por tanto ahora sabemos que las teorías que se proponen conciliar estas dos filosofías sólo pueden, de hecho, sostener el idealismo; no traen una tercera respuesta a la cuestión fundamental de la filosofía y, por tanto, no hay tercera filosofía y mucho menos un materialismo idealista que no sea en el fondo idealismo puro y barato.
¡POR LA EMANCIPACIÓN DE LOS EXPLOTADOS Y OPRIMIDOS!
¡POR LA REVOLUCIÓN ARMADA PROLETARIA, CAMPESINA, POPULAR!
¡FRENTE REVOLUCIONARIO COMUNISTA!  

1 Principal figura del idealismo del siglo XVI cuya finalidad como sistema estriba en “demostrar que la substancia material no existe”, aniquilar el materialismo. Berkeley en su libro Diálogos entre Hylas y Fylonus  decía: “La materia no es lo que creemos, pensando que existe fuera de nuestro espíritu. Pensamos que las cosas existen porque las vemos, porque las tocamos; y como ellas nos ofrecen esas sensaciones, creemos en su existencia. Pero nuestras sensaciones no son más que ideas  que tenemos en nuestro espíritu. Así, pues, los objetos que percibimos por nuestros sentidos no pueden existir fuera de nuestros espíritus”. En el prefacio del mismo escribe: “Si los principios que aquí intento propagar se admiten como verdaderos, las consecuencias que según creo se derivaran inmediatamente de ellos, son: que el materialismo y el escepticismo serán  totalmente vencidos, que muchos puntos intrincados serán harán claros, grandes dificultades se resolverán, partes inútiles de la ciencia serán eliminadas, la especulación, se relacionara con la práctica y los hombres se apartaran de las paradojas en favor del sentido común.”      
2 V. I. Lenin: Materialismo y Empiriocriticismo, en Lenguas Extranjeras. Moscú 1981. pp. 15, 23.
3 Ibid., p. 22.

4 F. Engels: Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana en C. Marx, F. Engels, Obras escogidas en dos tomos, Ed. Lenguas Extranjeras, Moscú, 1952. T.II., p. 346.
5 F. Engels: Etudes philosophies, “le matérialisme historique”. Ed. E.S.I. 1935, pp. 107-108.
6 Op. Cit., pp. 106-107.